jueves, 3 de abril de 2014

ACTITUDES ANTIPEDAGÓGICAS DE ALGUNOS CENTROS 0 – 3 AÑOS. CASTIGO FÍSICO Y PSEUDOAUTONOMÍA POR COACCIÓN.

Hace más de 7 años que trabajo en escoletas con niños y niñas de 0 a 3 años. En el 2005 terminé mi formación de técnico superior de educación infantil. Desde entonces he cambiado varias veces de centro, siempre por el mismo motivo: tratos inadecuados a los niños y a las niñas. Hace más de 5 años me contrataron en una escoleta municipal y afortunadamente en este centro sí trataban a los niños y a las niñas bastante mejor que en los lugares en los que había trabajado con anterioridad.

La escoleta es muy grande y con el paso de los años ha entrado en la plantilla gente joven recién titulada, la mayoría maestras, y se han ido jubilando las personas más mayores. Para sorpresa mía, la gente joven que ha empezado a trabajar en esta escoleta ha ido poco a poco retomando las viejas costumbres de una educación arcaica y obsoleta, aquella que, los centros más avanzados pedagógicamente, tratan de evitar.

Me estoy refiriendo a esa “pedagogía” centrada en el adulto, donde es la maestra la que ofrece el saber a los niños y niñas que tienen por misión recibir y obedecer. Una “pedagogía” que no comprende al niño y que etiqueta -todas aquellas reacciones sanas que tienen los niños para defenderse de los tratos injustos o para reafirmarse -como “tozudos” “mal criados” “consentidos” etc.

Mi reciente formación en Práctica Psicomotriz Aucouturier me ha hecho ver la importancia de la educación de las emociones y la necesidad de un trato adecuado y ajustado a las necesidades reales de cada niño; me he concienciado de la trascendencia que tienen los errores que cometemos al “educar” en el 0 - 3 ignorando las aportaciones de Piaget, Freud, Aucouturier, Winnicott, Wallon, Erikson, Pikler, Chokler, Claperède, Bowlby, etc.
Sobre estos errores o ACTITUDES ANTIPEDAGÓGICAS voy a profundizar a continuación. Dado que son temas complejos y quisiera abordarlos y documentarlos a fondo, dividiré este artículo en varios. Las actitudes antipedagógicas a tratar son las siguientes:

ACTITUDES ANTIPEDAGÓGICAS:

-         Castigos físicos: Pegar, zarandear, empujar y tirar al suelo, morder.
-         Exigir competencias para las que no están madurativamente preparados. O sobrexigencia y pseudoautonomía por coacción.
-         Anular egocentrismo y no permitir las conductas de autoafirmación.
-         Maltrato emocional: burlas, insultos, motes, descalificaciones, comparaciones
-         Castigos inapropiados para la edad: cara a la pared, castigar fuera del aula, castigar sin jugar. Sin tener en cuenta los tiempos de castigo recomendados para estas edades.
-         Ignorancia de la vital importancia del vínculo de apego y de la significación del objeto transicional. Fomentar la dependencia del adulto
-         Engañar, coaccionar, amenazar, chantajear, o incluso forzar para que coman
-         Desatención a las necesidades básicas de descanso y movimiento
-         Anular o culpabilizar la imitación. Incomprensión del juego simbólico. Anulación de la creatividad


En este artículo trataré los 2 primeros ejemplos de actitudes antipedagógicas: los castigos físicos y; la sobrexigencia y la pseudoautonomía por coacción.

Castigos físicos: Pegar, zarandear, empujar y tirar al suelo, morder. Este tipo de agresiones que deberían estar totalmente extinguidas en nuestra civilizada sociedad, son sin embargo una práctica más que habitual. Ni que decir tiene que especialmente en los centros dedicados a la más tierna infancia deberían estar inclusive penalizadas, pero no es esa la realidad. En mi actual centro de trabajo la realidad es más bien la contraria. A lo largo de este curso 2011 - 2012, he visto a muchas “educadoras” pegar por sistema cuando un niño o una niña se deja llevar por su natural instinto de curiosidad y alargan sus manitas para tocar algo, las fiambreras de la merienda, los vasos de agua, las toallitas o las servilletas que están a su alcance…para evitar que los toquen y para que aprendan a obedecer al “no se toca” es habitual pegar en la mano del niño o de la niña que osa actuar por iniciativa propia. Estoy hablando de niños de un año.

También se les pega en la mano cuando ellos tocan, manipulan y despegan las fotos e imágenes que están a su alcance, al parecer el objetivo de colocar estos objetos a su alcance no es favorecer la exploración activa, sino aprender a reprimir su natural instinto de curiosidad y comprender que no pueden tocar nada sin permiso previo y que si lo hacen se exponen a recibir un golpe en la mano y una buena regañina. También se les pega un toque en la mano al grito de “no se pega” o  “no se quita” cuando un niño o una niña pegan o quitan un juguete a otro. Me parece de primer orden entender que las actitudes y los valores se aprenden por imitación del modelo, no podemos pegar y a la vez decir “no se pega” el niño aprenderá la acción vivida y no la palabra escuchada, además el resto de la clase observa la acción y la interioriza como algo normal y habitual. Escuchan “no se pega” pero interiorizan “la profe pega, por lo tanto sí se pega”. Los zarandeos no son tan habituales, pero he visto a una educadora de mi centro zarandear a una niña por no querer merendar. También he visto a la misma “educadora” dar un empujón a una niña de un año, tirarla al suelo y regañarla severamente porque empujó a un niño…cree que haciéndole lo mismo entenderá que no puede empujar…no tiene sentido, la niña interioriza que sí se empuja, pues ella acaba de recibir un empujón… Lo más grave que he visto este año ha sido a otra educadora morder a un niño, exactamente la misma situación que acabo de citar, “tú muerdes, pues yo te muerdo y te grito y te riño para que no vuelvas a morder”. La agresividad genera más agresividad.

“Según el diccionario de psicología Larousse: Agresividad: tendencia a atacar.
Entendido en un sentido restringido este término se refiere al carácter belicoso de una persona. Sin embargo, en una acepción más amplia, caracteriza el dinamismo de un individuo que se afirma, no evita las dificultades ni la lucha; de una manera todavía más general, este término señala la disposición fundamental por la que el ser vivo logra satisfacer sus necesidades vitales, principalmente alimentarias y sexuales. Para muchos psicólogos, la agresividad se encuentra estrechamente vinculada a la frustración.



La agresividad se debe también a otras causas: H. Montagner (1988) (…) La agresividad en los niños/as se debe a una insatisfacción profunda, producto de la falta de afecto o de un sentimiento de subestima personal”. Eva Rubio y otras autoras. “Los caminos que puede tomar la agresividad” Jornada de Psicomotricidad en Vilanova i la Geltrú. 5 de febrero de 2011. Apartado “Introducción a la agresividad infantil”

Exigir competencias para las que no están madurativamente preparados. O sobrexigencia y pseudoautonomía por coacción.

“(…) cada etapa empieza en su momento y ocupa un período preciso en la vida del niño; (…) el maestro perdería el tiempo y la paciencia al querer acelerar el desarrollo de sus alumnos, el problema radicaría simplemente en encontrar los conocimientos que corresponden a cada etapa y presentarlos de manera asimilable para la estructura mental del nivel considerado.

(…) Al estar el maestro revestido de la autoridad intelectual y moral y deberle obediencia el alumno, esta relación social pertenece de la manera más típica a lo que los sociólogos llaman coacción, entendiéndose que su carácter coercitivo aparece solamente en el caso de no sumisión y que en su funcionamiento normal esta coacción puede ser ligera y fácilmente aceptada por el escolar.” Piaget “Psicología y Pedagogía” Ed. Sarpe. Págs. 210 y 218.

Un niño de la clase de uno a dos años no está madurativamente preparado para recoger un aula (sobre todo si es un aula distribuida por rincones saturados de objetos) ni para hacer una clasificación de dichos objetos. Y mucho menos para hacer la clasificación que la maestra quiere. Pueden hacerlo por imitación, si se les estimula mucho a través de la palabra, si se les incentiva y se les reconoce la acción, pero aún así habrá algún niño que recogerá, otro que ni si quiera lo intentará o no sabrá qué se espera de él, otro que tal vez recoja un par de cosas y después se disperse o deje de atraerle esta actividad, y eso es lo natural y lo propio a su edad. O también pueden hacerlo por coacción, como describe Piaget en la cita del inicio del apartado.

A la edad de un año los niños y las niñas disfrutan de actividades como llenar, vaciar, juntar, dispersar, encastrar, encajar… y estos son juegos con un alto contenido simbólico que además les ayudan a calmarse ante la angustia de separación, pues a través de estas acciones el niño o la niña se estructuran internamente, son juegos que les conectan con su madre interna, con la sensación de su madre interiorizada. El juego heurístico es por este motivo tan apropiado para los niños y las niñas de estas edades.

(…) “El inicio de la conquista del espacio hace más patente la ausencia de  la madre por lo que los juegos simbólicos o presimbólicos que reaseguran esta pérdida afectiva, hacen su aparición. Me estoy refiriendo a los juegos de llenar y vaciar, aparecer y desaparecer, abrir y cerrar, agrupar y dispersar, juegos que realizan todos los niños del mundo en esta etapa de su vida.

No hay que olvidar que esta etapa es muy rica en cuanto a acontecimientos psicológicos; el niño accede a una cierta noción de identidad, a la permanencia de los objetos internos y externos, aparece el lenguaje, y todo esto se acompaña de una gran riqueza de acciones y sobretodo de una gran curiosidad y necesidad por parte del niño de experimentar y de repetir sus acciones por eso es una edad muy "movida". Encauzar este movimiento para que el niño pueda desarrollar toda su capacidad de acción es el reto de la pedagogía en esta edad.”. Mary Ángeles Cremades, Presidenta de la ASEFOPP. Ponencia del 4º congreso mundial sobre Educación Infantil. 

A menudo se les exige a los niños y a las niñas competencias que todavía no tienen consolidadas y en las que habrán de ejercitarse para conseguirlas. Se dan momentos en los que los niños y las niñas podrían participar activamente colaborando con el adulto y conquistando su autonomía, por ejemplo en el momento de cambiar pañales, algunas educadoras manipulan a los niños y las niñas como a objetos, sin ni siquiera decirles qué les están haciendo y sin pedir su colaboración. He comprobado que casi todos los niños de las clases a las que apoyo colaboran y participan con gusto de la actividad de cambiarles, si se les presta atención y se les explica qué les estamos haciendo y lo que esperamos de ellos, sin exigencias, y respetando si un día no quieren colaborar, sin enfadarnos por ello. Verbalizando las acciones que les aplicamos y tratando de que ellos participen, que sean sujetos de acción y no solo de reacción, es decir que hagan, que actúen, que participen, en la medida de sus ganas y posibilidades, y que no se sientan únicamente sujetos pasivos que serán manipulados por los adultos.

Creo muy conveniente incluir aquí que la autonomía nunca puede llegar a serlo si es exigida, la autonomía se conquista y su motor es el deseo, el niño ha de sentir curiosidad, deseo, ganas de hacer por sí mismo y el adulto ha de estar atento a esto y no exigírselo. El año pasado, una educadora exigía a todos los niños y las niñas de su grupo que se quitasen el pañal ellos solos (aproximadamente a los 20 - 22 meses) e incluso a ponérselo y les reñía o les hacía sentir mal  cuando se lo ponían al revés “pero qué no ves que las pegatinas están delante? Ay!!! Detrás, Fulanita, las pegatinas van detrás” y dirigiéndose a las compañeras “esta no se entera” Este es un claro ejemplo de sobreexigencia -y falta de consideración hacia la niña- que produce “falsa autonomía” y puede generar sobreadptación. Eso sin mencionar las consecuencias psicológicas más profundas en relación al proceso de identidad, cuando a un niño se le exige competencias para las que no está madurativamente preparado a nivel psicológico ni físico pueden ocurrir trastornos del desarrollo ligados al tema afectivo, no se sienten merecedores de afecto porque no cumplen los deseos del adulto, que además les riñe por no hacerlo como él espera. Esto es especialmente pernicioso para niños que tengan una frágil constitución de su unidad corporal, que necesitan reforzar la idea de sí mismos a través del afecto y la seguridad afectiva. Sentir que se les acepta, se les entiende y se les permite ser como son.

La Doctora en Psicología Myrtha Chokler lo explica claramente en su artículo “El concepto de autonomía en el desarrollo infantil temprano, coherencia entre teoría y práctica” en el que habla de la “falsa autonomía”, de la sobrexigencia y de la sobreadaptación:

 (…) Falsa autonomía o seudoatonomía es un concepto propuesto por Judit Falk para determinar aquello que el niño realiza solo sintiéndose obligado a responder o a obedecer frente a las expectativas del adulto, acciones que no surgen de su propia iniciativa y para las que no se siente íntimamente maduro y competente.
(...) Sobreexigencia. Se siente inseguro, lo recibe como abandono o una negación del adulto, no sólo a “apoyarlo en la tarea”, cuando en realidad siente que lo necesita profundamente, sino como un rechazo a su persona entera. Se autopercibe como incapaz de ser “amado” y reconocido si no cumple con las expectativas del otro.
(…) Esta seudoautonomía por coacción, incitada o empujada, no tiene nada que ver con el proceso de socialización. Por el contrario, es una de las causas de los mecanismos de sobreadaptación y de la constitución de personalidades frágiles, descritas por D. Winnicott como “falso self”.
La invasión y la sobrexigencia enmascaran, en realidad, a nuestro criterio, formas sutiles de coacción y/o de abandono del niño, a partir de negarlo como sujeto o ubicándolo en una relación de dependencia absoluta, sin valorar las condiciones para que exprese su potencial autonomía.”  

Y aquí otra cita muy apropiada sobre la seguridad psicológica y la libertad psicológica:

“La seguridad psicológica, supone que el niño y el adolescente son aceptados, se les otorga toda la confianza y se les quiere como son. (…). El ojo hipercrítico, evaluador, castigador, hace inseguros y empuja a tomar la defensa, o  a inhibir todo aquello que escape a los moldes del educador. El niño que se sabe aceptado, está dispuesto a expresarse, a ensayar, a buscar una nueva forma de relacionarse con el entorno.
La libertad psicológica, supone una permisividad ajena al autoritarismo controlista y castrador. No se trata de carencia de límites, de abandono o desprotección, sino de un acompañamiento no demasiado directivo, alentador y respetuoso. El miedo, fruto de la represión, no es un clima propicio para la creatividad (salvo por reacción). Una actitud permisiva hace posible la libertad y por ende la responsabilidad”. Mariano Moragues R. “Educar para el autogobierno”. Ed. Tarea. Pág. 78 

Deberíamos entender o tratar de entender por qué los niños hacen lo que hacen, no lo hacen para fastidiarnos, tal vez estén obedeciendo a su programación biológica…es decir, tal vez estén haciendo simplemente lo que “tienen que hacer” lo que están preparados para hacer; es natural y sano que un niño o una niña se deje guiar por sus instintos, que tenga iniciativa propia, interés, curiosidad hacia el mundo que le rodea. Reprimir estos instintos provoca dos conductas contradictorias: por un lado el miedo a la autoridad, el miedo a no ser aceptado, a no ser querido, que provocará la represión e inhibición de estos impulsos vitales y generará niños pasivos e inactivos, incapaces de actuar por ellos mismos, con un bajo concepto de sí mismos, que dependerán siempre de que alguien les diga “sí, puedes hacerlo”, inseguros de sí mismos y temerosos de la autoridad, sin la cual, paradójicamente, se sentirán perdidos; por otro lado, ante la represión puede darse la conducta de rebelarse contra la autoridad. Estos niños o niñas reaccionarán ante la represión rebelándose contra ella, seguirán haciendo aquellas conductas por las cuales se les regaña y además, como esto suele provocar más riñas hacia ellos, aprenderán a buscar y recibir atención del adulto a través de esta vía, es decir, para conseguir la atención del adulto, realizarán aquellas conductas que más capten esa atención. Los niños y las niñas NECESITAN nuestra atención y si no proviene de nosotros de manera natural y espontánea ellos la buscarán a través de realizar conductas a las que sí atendemos…

Como el objetivo de este artículo es que se lea y que se entienda para promover la reflexión sobre nuestras actitudes y fomentar el cambio de las mismas, voy a dar por terminada esta entrega, espero que la información sea “digerible” y sirva para mejorar nuestra práctica.

Bea Rodríguez Martínez
Psicomotricista y Educadora Infantil



“Los niños son un tesoro; no los apaguéis, no los atosiguéis. Observadles jugar, escuchadles, dejadles actuar y dejadles transformar a través de sus juegos. Dejadles expresarse libremente, dejarles jugar es dejarles vivir, es dejarles amar la vida”. Aucouturier, B. Monográfico Cuadernos de Psicomotricidad-36, Mayo de 2009. Pág 25.

Bibliografía
-         Aucouturier, Bernard. “Cuadernos de Psicomotricidad-36” Mayo de 2009
-         Chokler, Myrtha. “El concepto de autonomía en el desarrollo infantil temprano, coherencia entre teoría y práctica”
-         Cremades, Mary Ángeles. 4º Congreso mundial de Educación Infantil
-         Decroly. “La función de globalización y otros escritos” Ed. Eumo
-         Díez Navarro, M. Carmen. “El piso de abajo de la escuela” Ed. Graó
-         Moragues, Mariano. “Educar para el autogobierno” Ed. Tarea
-         Piaget, Jean. “Psicología y Pedagogía” Ed. Sarpe
-         V.V.A.A. “Los caminos que puede tomar la agresividad” Jornada de Psicomotricidad en Vilanova i la Geltrú. 


1 comentario:

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