Hace
más de 7 años que trabajo en escoletas con niños y niñas de 0 a 3 años. En el
2005 terminé mi formación de técnico superior de educación infantil. Desde
entonces he cambiado varias veces de centro, siempre por el mismo motivo:
tratos inadecuados a los niños y a las niñas. Hace más de 5 años me contrataron
en una escoleta municipal y afortunadamente en este centro sí trataban a los
niños y a las niñas bastante mejor que en los lugares en los que había
trabajado con anterioridad.
La
escoleta es muy grande y con el paso de los años ha entrado en la plantilla
gente joven recién titulada, la mayoría maestras, y se han ido jubilando las
personas más mayores. Para sorpresa mía, la gente joven que ha empezado a
trabajar en esta escoleta ha ido poco a poco retomando las viejas costumbres de
una educación arcaica y obsoleta, aquella que, los centros más avanzados
pedagógicamente, tratan de evitar.
Me
estoy refiriendo a esa “pedagogía” centrada en el adulto, donde es la maestra
la que ofrece el saber a los niños y niñas que tienen por misión recibir y
obedecer. Una “pedagogía” que no comprende al niño y que etiqueta -todas
aquellas reacciones sanas que tienen los niños para defenderse de los tratos
injustos o para reafirmarse -como “tozudos” “mal criados” “consentidos” etc.
Mi
reciente formación en Práctica Psicomotriz Aucouturier me ha hecho ver la
importancia de la educación de las emociones y la necesidad de un trato
adecuado y ajustado a las necesidades reales de cada niño; me he concienciado
de la trascendencia que tienen los errores que cometemos al “educar” en el 0 -
3 ignorando las aportaciones de Piaget, Freud, Aucouturier, Winnicott, Wallon,
Erikson, Pikler, Chokler, Claperède, Bowlby, etc.
Sobre
estos errores o ACTITUDES ANTIPEDAGÓGICAS voy a profundizar a continuación.
Dado que son temas complejos y quisiera abordarlos y documentarlos a fondo,
dividiré este artículo en varios. Las actitudes antipedagógicas a tratar son
las siguientes:
ACTITUDES
ANTIPEDAGÓGICAS:
-
Castigos físicos: Pegar, zarandear, empujar y tirar al suelo,
morder.
-
Exigir competencias para las que no están madurativamente
preparados. O sobrexigencia y pseudoautonomía por coacción.
-
Anular egocentrismo y no permitir las conductas de
autoafirmación.
-
Maltrato emocional: burlas, insultos, motes, descalificaciones,
comparaciones
-
Castigos inapropiados para la edad: cara a la pared, castigar
fuera del aula, castigar sin jugar. Sin tener en cuenta los tiempos de castigo
recomendados para estas edades.
-
Ignorancia de la vital importancia del vínculo de apego y de la
significación del objeto transicional. Fomentar la dependencia del adulto
-
Engañar, coaccionar, amenazar, chantajear, o incluso forzar para
que coman
-
Desatención a las necesidades básicas de descanso y movimiento
-
Anular o culpabilizar la imitación. Incomprensión del juego
simbólico. Anulación de la creatividad
En
este artículo trataré los 2 primeros ejemplos de actitudes antipedagógicas: los
castigos físicos y; la sobrexigencia y la pseudoautonomía por coacción.
Castigos físicos: Pegar, zarandear, empujar y tirar al suelo,
morder. Este tipo de
agresiones que deberían estar totalmente extinguidas en nuestra civilizada
sociedad, son sin embargo una práctica más que habitual. Ni que decir tiene que
especialmente en los centros dedicados a la más tierna infancia deberían estar
inclusive penalizadas, pero no es esa la realidad. En mi actual centro de
trabajo la realidad es más bien la contraria. A lo largo de este curso 2011 -
2012, he visto a muchas “educadoras” pegar por sistema cuando un niño o una
niña se deja llevar por su natural instinto de curiosidad y alargan sus manitas
para tocar algo, las fiambreras de la merienda, los vasos de agua, las
toallitas o las servilletas que están a su alcance…para evitar que los toquen y
para que aprendan a obedecer al “no se toca” es habitual pegar en la mano del
niño o de la niña que osa actuar por iniciativa propia. Estoy hablando de niños
de un año.
También
se les pega en la mano cuando ellos tocan, manipulan y despegan las fotos e
imágenes que están a su alcance, al parecer el objetivo de colocar estos
objetos a su alcance no es favorecer la exploración activa, sino aprender a
reprimir su natural instinto de curiosidad y comprender que no pueden tocar
nada sin permiso previo y que si lo hacen se exponen a recibir un golpe en la
mano y una buena regañina. También se les pega un toque en la mano al grito de
“no se pega” o “no se quita” cuando un niño o una niña pegan o quitan un
juguete a otro. Me parece de primer orden entender que las actitudes y los
valores se aprenden por imitación del modelo, no podemos pegar y a la vez decir
“no se pega” el niño aprenderá la acción vivida y no la palabra escuchada,
además el resto de la clase observa la acción y la interioriza como algo normal
y habitual. Escuchan “no se pega” pero interiorizan “la profe pega, por lo
tanto sí se pega”. Los zarandeos no son tan habituales, pero he visto a una
educadora de mi centro zarandear a una niña por no querer merendar. También he
visto a la misma “educadora” dar un empujón a una niña de un año, tirarla al
suelo y regañarla severamente porque empujó a un niño…cree que haciéndole lo
mismo entenderá que no puede empujar…no tiene sentido, la niña interioriza que
sí se empuja, pues ella acaba de recibir un empujón… Lo más grave que he visto
este año ha sido a otra educadora morder a un niño, exactamente la misma
situación que acabo de citar, “tú muerdes, pues yo te muerdo y te grito y te
riño para que no vuelvas a morder”. La agresividad genera más agresividad.
“Según el diccionario de psicología Larousse: Agresividad:
tendencia a atacar.
Entendido en un sentido restringido este término se refiere al
carácter belicoso de una persona. Sin embargo, en una acepción más amplia,
caracteriza el dinamismo de un individuo que se afirma, no evita las
dificultades ni la lucha; de una manera todavía más general, este término
señala la disposición fundamental por la que el ser vivo logra satisfacer sus
necesidades vitales, principalmente alimentarias y sexuales. Para muchos
psicólogos, la agresividad se encuentra estrechamente vinculada a la
frustración.
La agresividad se debe también a otras causas: H. Montagner
(1988) (…) La agresividad en los niños/as se debe a una insatisfacción
profunda, producto de la falta de afecto o de un sentimiento de subestima
personal”. Eva Rubio y otras
autoras. “Los caminos que puede tomar la agresividad” Jornada de
Psicomotricidad en Vilanova i la Geltrú. 5 de febrero de 2011. Apartado
“Introducción a la agresividad infantil”
Exigir competencias para las que no están madurativamente
preparados. O sobrexigencia y pseudoautonomía por coacción.
“(…) cada etapa empieza en su momento y ocupa un período preciso
en la vida del niño; (…) el maestro perdería el tiempo y la paciencia al querer
acelerar el desarrollo de sus alumnos, el problema radicaría simplemente en
encontrar los conocimientos que corresponden a cada etapa y presentarlos de
manera asimilable para la estructura mental del nivel considerado.
(…) Al estar el maestro revestido de la autoridad intelectual y
moral y deberle obediencia el alumno, esta relación social pertenece de la
manera más típica a lo que los sociólogos llaman coacción, entendiéndose que su
carácter coercitivo aparece solamente en el caso de no sumisión y que en su
funcionamiento normal esta coacción puede ser ligera y fácilmente aceptada por
el escolar.” Piaget “Psicología y
Pedagogía” Ed. Sarpe. Págs. 210 y 218.
Un
niño de la clase de uno a dos años no está madurativamente preparado para
recoger un aula (sobre todo si es un aula distribuida por rincones saturados de
objetos) ni para hacer una clasificación de dichos objetos. Y mucho menos para
hacer la clasificación que la maestra quiere. Pueden hacerlo por imitación, si
se les estimula mucho a través de la palabra, si se les incentiva y se les
reconoce la acción, pero aún así habrá algún niño que recogerá, otro que ni si
quiera lo intentará o no sabrá qué se espera de él, otro que tal vez recoja un
par de cosas y después se disperse o deje de atraerle esta actividad, y eso es
lo natural y lo propio a su edad. O también pueden hacerlo por coacción, como
describe Piaget en la cita del inicio del apartado.
A
la edad de un año los niños y las niñas disfrutan de actividades como llenar,
vaciar, juntar, dispersar, encastrar, encajar… y estos son juegos con un alto
contenido simbólico que además les ayudan a calmarse ante la angustia de
separación, pues a través de estas acciones el niño o la niña se estructuran
internamente, son juegos que les conectan con su madre interna, con la
sensación de su madre interiorizada. El juego heurístico es por este motivo tan
apropiado para los niños y las niñas de estas edades.
(…) “El inicio de la conquista del espacio hace más patente la
ausencia de la madre por lo que los juegos simbólicos o presimbólicos que
reaseguran esta pérdida afectiva, hacen su aparición. Me estoy refiriendo a los
juegos de llenar y vaciar, aparecer y desaparecer, abrir y cerrar, agrupar y
dispersar, juegos que realizan todos los niños del mundo en esta etapa de su
vida.
No hay que olvidar que esta etapa es muy rica en cuanto a
acontecimientos psicológicos; el niño accede a una cierta noción de identidad,
a la permanencia de los objetos internos y externos, aparece el lenguaje, y
todo esto se acompaña de una gran riqueza de acciones y sobretodo de una gran
curiosidad y necesidad por parte del niño de experimentar y de repetir sus
acciones por eso es una edad muy "movida". Encauzar este movimiento
para que el niño pueda desarrollar toda su capacidad de acción es el reto de la
pedagogía en esta edad.”. Mary Ángeles Cremades, Presidenta de la ASEFOPP.
Ponencia del 4º congreso mundial sobre Educación Infantil.
A
menudo se les exige a los niños y a las niñas competencias que todavía no
tienen consolidadas y en las que habrán de ejercitarse para conseguirlas. Se
dan momentos en los que los niños y las niñas podrían participar activamente
colaborando con el adulto y conquistando su autonomía, por ejemplo en el
momento de cambiar pañales, algunas educadoras manipulan a los niños y las
niñas como a objetos, sin ni siquiera decirles qué les están haciendo y sin
pedir su colaboración. He comprobado que casi todos los niños de las clases a
las que apoyo colaboran y participan con gusto de la actividad de cambiarles,
si se les presta atención y se les explica qué les estamos haciendo y lo que
esperamos de ellos, sin exigencias, y respetando si un día no quieren
colaborar, sin enfadarnos por ello. Verbalizando las acciones que les aplicamos
y tratando de que ellos participen, que sean sujetos de acción y no solo de
reacción, es decir que hagan, que actúen, que participen, en la medida de sus
ganas y posibilidades, y que no se sientan únicamente sujetos pasivos que serán
manipulados por los adultos.
Creo
muy conveniente incluir aquí que la autonomía nunca puede llegar a serlo si es
exigida, la autonomía se conquista y su motor es el deseo, el niño ha de sentir
curiosidad, deseo, ganas de hacer por sí mismo y el adulto ha de estar atento a
esto y no exigírselo. El año pasado, una educadora exigía a todos los niños y
las niñas de su grupo que se quitasen el pañal ellos solos (aproximadamente a
los 20 - 22 meses) e incluso a ponérselo y les reñía o les hacía sentir mal
cuando se lo ponían al revés “pero qué no ves que las pegatinas están
delante? Ay!!! Detrás, Fulanita, las pegatinas van detrás” y dirigiéndose a las
compañeras “esta no se entera” Este es un claro ejemplo de sobreexigencia -y
falta de consideración hacia la niña- que produce “falsa autonomía” y puede
generar sobreadptación. Eso sin mencionar las consecuencias psicológicas más
profundas en relación al proceso de identidad, cuando a un niño se le exige
competencias para las que no está madurativamente preparado a nivel psicológico
ni físico pueden ocurrir trastornos del desarrollo ligados al tema afectivo, no
se sienten merecedores de afecto porque no cumplen los deseos del adulto, que
además les riñe por no hacerlo como él espera. Esto es especialmente pernicioso
para niños que tengan una frágil constitución de su unidad corporal, que
necesitan reforzar la idea de sí mismos a través del afecto y la seguridad
afectiva. Sentir que se les acepta, se les entiende y se les permite ser como
son.
La
Doctora en Psicología Myrtha Chokler lo explica claramente en su artículo “El
concepto de autonomía en el desarrollo infantil temprano, coherencia entre
teoría y práctica” en el que habla de la “falsa autonomía”, de la sobrexigencia
y de la sobreadaptación:
(…) Falsa autonomía o seudoatonomía es un concepto propuesto
por Judit Falk para determinar aquello que el niño realiza solo sintiéndose
obligado a responder o a obedecer frente a las expectativas del adulto,
acciones que no surgen de su propia iniciativa y para las que no se siente
íntimamente maduro y competente.
(...) Sobreexigencia. Se siente inseguro, lo recibe como
abandono o una negación del adulto, no sólo a “apoyarlo en la tarea”, cuando en
realidad siente que lo necesita profundamente, sino como un rechazo a su
persona entera. Se autopercibe como incapaz de ser “amado” y reconocido si no
cumple con las expectativas del otro.
(…) Esta seudoautonomía por coacción, incitada o empujada, no
tiene nada que ver con el proceso de socialización. Por el contrario, es una de
las causas de los mecanismos de sobreadaptación y de la constitución de
personalidades frágiles, descritas por D. Winnicott como “falso self”.
La invasión y la sobrexigencia enmascaran, en realidad, a
nuestro criterio, formas sutiles de coacción y/o de abandono del niño, a partir
de negarlo como sujeto o ubicándolo en una relación de dependencia absoluta,
sin valorar las condiciones para que exprese su potencial autonomía.”
Y
aquí otra cita muy apropiada sobre la seguridad psicológica y la libertad
psicológica:
“La seguridad psicológica, supone que el niño y el adolescente
son aceptados, se les otorga toda la confianza y se les quiere como son. (…).
El ojo hipercrítico, evaluador, castigador, hace inseguros y empuja a tomar la
defensa, o a inhibir todo aquello que escape a los moldes del educador.
El niño que se sabe aceptado, está dispuesto a expresarse, a ensayar, a buscar
una nueva forma de relacionarse con el entorno.
La libertad psicológica, supone una permisividad ajena al
autoritarismo controlista y castrador. No se trata de carencia de límites, de
abandono o desprotección, sino de un acompañamiento no demasiado directivo,
alentador y respetuoso. El miedo, fruto de la represión, no es un clima
propicio para la creatividad (salvo por reacción). Una actitud permisiva hace
posible la libertad y por ende la responsabilidad”. Mariano Moragues R. “Educar para el
autogobierno”. Ed. Tarea. Pág. 78
Deberíamos
entender o tratar de entender por qué los niños hacen lo que hacen, no lo hacen
para fastidiarnos, tal vez estén obedeciendo a su programación biológica…es
decir, tal vez estén haciendo simplemente lo que “tienen que hacer” lo que
están preparados para hacer; es natural y sano que un niño o una niña se deje
guiar por sus instintos, que tenga iniciativa propia, interés, curiosidad hacia
el mundo que le rodea. Reprimir estos instintos provoca dos conductas
contradictorias: por un lado el miedo a la autoridad, el miedo a no ser
aceptado, a no ser querido, que provocará la represión e inhibición de estos
impulsos vitales y generará niños pasivos e inactivos, incapaces de actuar por
ellos mismos, con un bajo concepto de sí mismos, que dependerán siempre de que
alguien les diga “sí, puedes hacerlo”, inseguros de sí mismos y temerosos de la
autoridad, sin la cual, paradójicamente, se sentirán perdidos; por otro lado,
ante la represión puede darse la conducta de rebelarse contra la autoridad.
Estos niños o niñas reaccionarán ante la represión rebelándose contra ella,
seguirán haciendo aquellas conductas por las cuales se les regaña y además, como
esto suele provocar más riñas hacia ellos, aprenderán a buscar y recibir
atención del adulto a través de esta vía, es decir, para conseguir la atención
del adulto, realizarán aquellas conductas que más capten esa atención. Los
niños y las niñas NECESITAN nuestra atención y si no proviene de nosotros de
manera natural y espontánea ellos la buscarán a través de realizar conductas a
las que sí atendemos…
Como
el objetivo de este artículo es que se lea y que se entienda para promover la
reflexión sobre nuestras actitudes y fomentar el cambio de las mismas, voy a
dar por terminada esta entrega, espero que la información sea “digerible” y
sirva para mejorar nuestra práctica.
Bea
Rodríguez Martínez
Psicomotricista
y Educadora Infantil
“Los niños son un tesoro; no los apaguéis, no los atosiguéis.
Observadles jugar, escuchadles, dejadles actuar y dejadles transformar a través
de sus juegos. Dejadles expresarse libremente, dejarles jugar es dejarles
vivir, es dejarles amar la vida”. Aucouturier, B. Monográfico Cuadernos de
Psicomotricidad-36, Mayo de 2009. Pág 25.
Bibliografía
-
Aucouturier, Bernard. “Cuadernos de Psicomotricidad-36” Mayo
de 2009
-
Chokler, Myrtha. “El concepto de autonomía en el desarrollo infantil temprano,
coherencia entre teoría y práctica”
-
Cremades, Mary Ángeles. 4º Congreso mundial de Educación Infantil
-
Decroly. “La función de globalización y otros escritos” Ed.
Eumo
-
Díez Navarro, M. Carmen. “El piso de abajo de la escuela” Ed.
Graó
-
Moragues, Mariano. “Educar para el autogobierno” Ed.
Tarea
-
Piaget, Jean. “Psicología y Pedagogía” Ed. Sarpe
-
V.V.A.A. “Los caminos que puede tomar la agresividad” Jornada
de Psicomotricidad en Vilanova i la Geltrú.
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